sábado, 1 de enero de 2022

LÁPICES DE COLORES EN LA CIUDAD DE PLÁSTICO

 

Silvia Fernández Serrano, @silvia.cercs en Instagram y @silvia_cercs en Twitter, la autora, nos traslada a un campo de refugiados en Irak, concretamente al de Duhok, donde millares de yazidíes, una congregación religiosa contra la que los exaltados del ISIS-DAESH iniciaron una ofensiva para eliminar esa religión diferente al Islam.

En este campo de refugiados tendremos como guía a Runak, una adolescente de 14 años que por la fuerza de los sucesos que le han tocado vivir presenta la mentalidad de una persona adulta, la cual no le debería corresponder.

A través de ella, la autora nos trata de concienciar sobre la dificultad de la vida tanto en los campos de refugiados como entre personas que no tienen hogar, aunque este segundo caso es una extrapolación que sale por asimilación de la lectura de este relato. De esta manera, nos damos cuenta de lo innecesarios que son ciertos objetos, los cuales creemos que son la base de nuestra felicidad, verbigracia dispositivos electrónicos y suscripciones a plataformas de streaming. Y sin embargo, en estos lugares, o en personas con pocos recursos, cualquier acontecimiento u objeto extraordinario supone tanto una alegría como una tristeza enorme. En este caso concreto que se relata en la novela, viene ayudada esta afirmación por la acción de una psicopedagoga de una ONG, la cual utilizando las artes plásticas consigue que los jóvenes expresen sus traumas y sus anhelos, a la vez que huyen mentalmente de las penurias que sufren y olvidan el trauma de la guerra que han tenido que vivir.

En el caso de la protagonista, y como metáfora o ejemplo de la transformación que sufren los jóvenes en estos campos, pasa de dibujar y colorear en blanco y negro a utilizar abundancia de colores sin que tenga relación con los reales porque representa al mundo que a ella le gustaría vivir. Además de la apertura que se va produciendo en su espíritu conforme van pasando las sesiones o clases con la ayuda de la psicopedagoga.

Con todo ello, tanto con los trabajos de la ONG como de las personas que trabajan para ella, vemos lo importante que es la ayuda internacional en los conflictos bélicos, por muy olvidados o poco interesantes que sean para la comunidad internacional, pues con ello se consigue que millones de personas puedan tener una vida más digna aunque estén viviendo en condiciones poco normales. Es decir, se sienten personas y no desechos olvidados por el resto de la humanidad.

Además, Runak también nos acerca al drama de la transformación y mutilación mental que los terroristas islámicos producen en los niños y niñas que secuestran. A ellos, los condicionan y transforman en máquinas de matar, cual “Naranja mecánica” de Anthony Burgess, la novela, y Stanley Kubrick en su versión cinematográfica, usando imágenes violentas para deshumanizarlos y palizas para someter su voluntad. Mientras que a las jóvenes las usan como meros objetos sexuales violándolas cada vez que quieren, aniquilando su autoestima.

En resumen, la obra trata brillantemente los problemas que se viven y sufren en los campos de refugiados poniendo de relieve que incluso en situaciones tan horribles la vida y el color terminan saliendo a la luz de manos de los jóvenes, los cuales asimilan más fácilmente cualquier situación que sus progenitores.

Personalmente ha sido todo un descubrimiento y me ha enseñado el valor que tiene la cooperación internacional para ayudar a los refugiados, y el papel tan mediocre que realizan los gobiernos e instituciones internacionales del llamado primer mundo para solucionar ciertos conflictos donde no pueden sacar rendimiento económico.

Recomendable para su lectura tanto para jóvenes como para adultos.

Si quieren conseguir un ejemplar, pueden hacerlo en:

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DATOS BIBLIOGRÁFICOS

·         Título: Lápices de colores en la ciudad de plástico

·         Nº de páginas: 81 páginas

·         Editorial: Círculo rojo

·         Idioma: Castellano

·         ISBN: 9788413503875

 


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